Reconciliación, crecimiento y sensibilidad introspectiva

Para los jóvenes, el desarrollo consiste principalmente en crecer y conquistar el "mundo", mientras que la reconciliación es más importante en las últimas etapas de la vida. El tema de este artículo es la reconciliación y la contribución de la Meditación Acem a ello, gracias a la sensibilidad introspectiva. El meditar fortalece el vínculo con los aspectos de nuestra psique no conformados por nuestra historia personal, y anclados en la libertad y autonomía internas; los cambios que eso aporta tienen implicaciones no solo para el individuo, sino también para los demás seres humanos y para la sociedad; le añaden una dimensión de integridad, autenticidad y responsabilidad a la interacción humana.

Por Are Holen, fundador de Acem.

El punto de partida meditativo

Trabajar con la actitud mental libre o la atención durante la meditación Acem puede traerle más libertad a ciertas partes de la mente que de otro modo se mantendrían limitadas, cerradas o suprimidas. Los cambios neurofisiológicos que ocurren durante la meditación se pueden medir cuantitativamente y muestran una significativa reducción del estrés tanto en el cuerpo como en el cerebro. Sin embargo, las limitaciones psicológicas se exploran mejor con los enfoques cualitativos o de las experiencias personales. La meditación regular procesa las impresiones de los últimos días, pero también los aspectos estructurales del pasado, los temas no resueltos que pueden socavar nuestra capacidad de lidiar con los retos de la vida. La relajación de las funciones del sistema nervioso autónomo persiste más allá de la sesión meditativa. Se extiende a todo el día y le aporta fuerza, salud y vitalidad a la existencia.

La repetición del sonido de meditación ante la actividad mental espontánea durante la meditación es un entrenamiento de la capacidad de identificar y manejar lo que sucede en la mente a varios niveles. De este modo, gradualmente, llegamos a conocer partes de nosotros mismos y aumentamos nuestra capacidad introspectiva. Eso a su vez mejora nuestra capacidad de regular nuestros impulsos internos, necesidades, pensamientos, emociones y comportamientos. A pesar de que nunca cambiamos del todo ni llegamos a ser perfectos, ni sin limitaciones psicológicas, ampliamos sin embargo nuestra capacidad de manifestarnos más en el trabajo y/o en las relaciones. Gradualmente encontramos mejores formas de expresar y satisfacer nuestras necesidades, esfuerzos, emociones y anhelos.

En resumen, la práctica regular de la Meditación Acem promueve un desarrollo de la personalidad iprogresivo, que, de modo simplificado, incluye dos componentes principales: - nuestra capacidad de crecer y aprovechar al máximo nuestro potencial, - nuestra capacidad de reconciliación y maduración, para así modificar y aceptar nuestras limitaciones.

Este artículo pone el énfasis en la reconciliación, en el concepto en sí y en los aspectos de la experiencia central de este fenómeno psicológico. Analizaremos con detalle lo que implica la reconciliación y cómo se relaciona con la Meditación Acem.

Crecimiento personal
Como indicamos antes, el crecimiento personal facilita la interacción con los demás seres humanos, así como el estudio, el trabajo o el tiempo libre. La meditación regular estimula la aparición de recursos creativos y de un equilibrio emocional interno hacia uno mismo y hacia nuestro modo de experimentar el mundo en l contexto de, por ejemplo, la naturaleza, el arte y las expresiones culturales, etc. Además, se pueden manifestar nuevas cualidades en las relaciones, por ejemplo, en la interacción con niños, adolescentes, parejas, otros adultos y ancianos.

La reconciliación implica el procesamiento de las estructuras espontáneas psicológicas de la persona, es decir, su relación con ella misma, en la relación yo-yo. Eso incluye valores internos, implicaciones emocionales, aspectos de inferioridad y vergüenza, esperanzas, y acciones enfocadas en las necesidades, las metas o los sueños. Tal vez tengamos objetivos razonables, racionales y realistas, pero también tenemos otros poco realistas y bastante irracionales. 

Por lo general, la persecución de las esperanzas y los sueños, cuando parecen estar a nuestro alcance, le aporta energía a la persona, ya sea en su relación con el amor, la educación, la carrera profesional, el dinero, los deportes, la realización de ideas o similares. Cuando somos jóvenes, esos sueños son más intensos que cuando somos mayores. Durante la adolescencia y la edad adulta temprana, son a menudo una importante fuerza que nos impulsa hacia el crecimiento y los logros en los estudios, la carrera profesional y las relaciones. Sin embargo, si esos sueños parecen estar demasiado fuera de alcance, pueden dar lugar a una sensación de fracaso, inercia, depresión o esfuerzos compensadores. El crecimiento y los esfuerzos para alcanzar las metas y los sueños suelen predominar en la primera parte de la vida adulta, mientras que la reconciliación adquiere mayor relevancia al progresar la edad. Ambos procesos se dan simultáneamente en cualquier momento de la vida, aunque en distintos grados según la fase.

Moderación o irracionalidad
Cuando se sale de la adolescencia o la edad adulta temprana, cuando la persona ha alcanzado algunos de sus objetivos, la intensidad de las esperanzas y los sueños disminuye en cierta medida. La persona se vuelve más realista, y desarrolla ideas equilibradas sobre quién es y lo que puede lograr, sin verlo como un fracaso o una derrota. La persona es más madura y reconciliada.

Sin embargo, esta moderación no ocurre necesariamente en todos los aspectos de la vida. Algunos focos de irracionalidad pueden permanecer inalterados, generalmente en una o dos áreas específicas. Sus objetivos y deseos irracionales se convierten, de forma consciente o inconsciente, en logros, actividades o experiencias especiales que uno cree realmente que hacen que la vida valga la pena; se supone que aportan una satisfacción máxima, éxito, felicidad y redención. Quizás la persona sienta que debe hacer algo «genial», o que ser adorada, admirada o amada de manera muy especial.

Sueños y anhelos como estos son a menudo residuos psicológicos de la primera infancia, que se extienden hasta la edad adulta; en su día fueron medios necesarios para proteger al ser vulnerable del niño frente a las intimidaciones dolorosas, los sentimientos de ser pequeño e insignificante, abandonado y/o impotente. Los anhelos derivados de esos residuos permanecen ocultos e inalterados desde la infancia hasta la edad adulta. Típicamente, permanecen inactivos durante mucho tiempo antes de poder ser vislumbrados. Se expresan a través de diversas maniobras cuyo objetivo es evitar el dolor asociado con el yo vulnerable o temido de la infancia. En la edad adulta, esas personas pueden tener una necesidad reiterada de buscar frecuentemente confirmaciones o de ser excesivamente obediente en maneras que agotan a su entorno y a ellas mismas. Sin embargo, estos intentos nunca son realmente exitosos. Son esfuerzos compensatorios que intentan cumplir los sueños o anhelos derivados de un pasado caracterizado por las dificultades y/o la negligencia.

La búsqueda de objetivos y valores irracionales puede implicar el realizar acciones que para los demás son claramente sinsentido, arriesgadas u obtusas. La persona implicada tal vez corra grandes riesgos, establezca prioridades extrañas, actúe sin juicio y se comprometa con personas, proyectos o empresas sospechosas. En algunos casos, lo pone todo en la misma cesta, y pierde, tal vez una y otra vez, sin aprender; los anhelos subyacentes son demasiado intensos, poco realistas y miopes.

¿Qué es la reconciliación?
Reorientación de valores
En esencia, la reconciliación consiste en aceptar los cambios que vienen con la edad y las circunstancias, pero también aceptar el presente y el pasado, lo que fue bueno y lo que fue malo, las victorias y las derrotas. La reconciliación implica aceptar el deterioro físico consustancial con la edad, y también la posición más marginal en la sociedad y en la familia que la persona tendrá con la edad. Reconciliarse no consiste en darse por vencido, sino de reorientarse y llegar a un entente con las soluciones y situaciones existenciales: con lo que no hemos alcanzado, con nuestros errores e insuficiencias personales, sufrimientos y fracasos, pero también con nuestros logros y cualidades personales. Consiste en aceptar las pérdidas en cuanto a salud, capacidades y relaciones, es decir, en modificar las expectativas internas y externas, y aún así mantener un nivel razonable de autoestima y satisfacción. Esto presupone tolerar las diferencias, tanto humanas como materiales, y aceptar que nuestras necesidades no siempre se satisfacen tal y como desearíamos. Con la reconciliación exitosa, la persona está contenta, a pesar de algunas decepciones. Esto requiere la capacidad de encontrar compromisos existenciales viables y de hacer frente a las pérdidas. La importancia de los sueños, las esperanzas y los esfuerzos de los años más jóvenes gradualmente es reemplazada por un realismo modificado y unas expectativas modestas. En este contexto, la reconciliación es lo opuesto a la intimidación, la denigración o los insultos cuando uno se enfrenta a los cambios inevitables del ciclo de vida.

Ser integrado
La reconciliación implica una mayor capacidad de relacionarse con las cosas de la vida que no se pueden controlar, como el «destino» de uno. En lugar de terminar frustrado o amargado, la persona se adapta a la situación y tolera sin problemas las diferencias humanas, también cuando se compara con los demás, incluso cuando estos son más jóvenes, más atractivos, más inteligentes y más capaces, más admirables o más hábiles. Esto ocurre de forma espontánea, sin sentimientos de inferioridad, autoestima baja o envidia, es decir, sin tener activadas las auto imágenes inferiores.

La reconciliación también consiste en la capacidad de soltar las inversiones e idiosincrasias personales irracionales. La persona se reorienta ella misma hacia objetivos nuevos, relevantes y adecuados a su edad, y encuentra significado en ellos. Esto requiere flexibilidad y compromiso, si no en todas las áreas de la vida, al menos en las centrales. La persona busca soluciones comunes que puedan durar más allá de su vida, e independientes de ella y de sus estrechas preferencias personales.

Universalidad
La reconciliación consiste en reducir la inversión psicológica en nuestra importancia personal y darle más importancia a la próxima generación, a la comunidad, la posteridad y la cultura. Consiste en adoptar una dimensión más amplia y altruista que respalde el bien común, en un contexto más amplio que uno mismo, que uno mismo y su entorno inmediato. La reconciliación implica darse cuenta de que tal vez no seamos la persona más importante del mundo. Nos reconciliamos con la condición humana de ser imperfectos, con nuestro envejecimiento y nuestra futura desaparición, y con el hecho de que un día nos iremos para siempre. Citamos libremente al autor noruego Knut Hamsun: «En cien años todo será olvidado». Comenzamos a ver la relatividad de nuestras contribuciones y opiniones personales y contemporáneas, nuestros valores e ideales sostenidos por nuestra cultura, de lo moderno o "políticamente correcto" en este momento. Hasta cierto punto desarrollamos una perspectiva caracterizada por la universalidad, por lo que, en un sentido más profundo, es de valor para muchos, incluso para otras culturas o capítulos históricos.

En los siguientes párrafos, daremos ejemplos de algunas áreas específicas de la vida en las cuales la reconciliación se vive como un desafío existencial.

Reconciliación en las relaciones
La reconciliación puede darse entre personas o dentro del mismo individuo. Puede tener lugar entre grupos de personas. De esta manera, puede ocurrir entre padre e hijo, entre jefe y empleado, entre vecinos, grupos religiosos o étnicos que estuvieron en conflicto y similares. Los desacuerdos pueden ser importantes o sobre pequeñeces, preferencias, derechos, peleas sobre territorio, acciones provocadoras, opiniones o actitudes. Tras la reconciliación, la animosidad disminuye o desaparece; la inversión emocional en posiciones anteriores se amortigua. Las demandas se suavizan o se retiran, por ejemplo, en el contexto de la entrega, los comportamientos, las opiniones sobre la vida, el dinero, etc. La reconciliación hace que la persona sea más generosa y menos absoluta. Esto contrasta con sus puntos de vista y valores anteriores, estrechos e intolerantes, que entonces consideraba "razonables, justos y justificados".

Reconciliación y autocontrol
Cuando no nos reconciliamos con nosotros mismos, tendemos a no gustarnos, o a avergonzarnos de ciertos aspectos de nosotros mismos, de cosas que dijimos o hicimos. También puede implicar dificultades en aceptar algunas partes de nuestro cuerpo o algunas características personales relacionadas con nuestra herencia, inteligencia, talentos y habilidades, o apariencia. La reconciliación suaviza las emociones intensas y auto denigrantes hacia uno mismo; nos aceptamos con más facilidad.

Pérdidas
«La vida es un juego perdedor». Esto se refiere tal vez a las dificultad en reconciliarse con las experiencias de pérdida; sea la pérdida de una persona por fallecimiento, la pérdida de una relación por divorcio o abandono, o por enfermedad degenerativa de la pareja, pero también la pérdida de la salud personal, de un órgano o de una función corporal, la pérdida de una posición laboral o en la sociedad, o la pérdida de una red social después de mudarse, jubilarse o huir como refugiado.

Toda pérdida importante implica siempre perder algo que solía ser importante para uno mismo, pero que tal vez uno daba por sentado hasta que el objeto relevante desapareció. La importancia del objeto perdido quizás no fue reconocida antes de la pérdida. Sin embargo, una vez privada del objeto perdido, la persona puede sentirse vacía o devastada. La vida puede perder su sentido de forma temporal o permanente. Suele llevar tiempo el recuperarse de tal pérdida; la persona debe pasar por un proceso de duelo o luto para poder reconciliarse con la pérdida.

Algunas personas, sin embargo, nunca logran superar sus pérdidas. En tal caso, la pérdida representa una gran caída, e implica un sentido disminuido de significado y valor, debido a los fuertes vínculos de dependencia o adherencia hacia el objeto perdido. Parte de la identidad de la persona estaba vinculada al objeto que ya no existe; su ausencia es un gran golpe para la ella.

La edad como un insulto 

Al aumentar la edad, todos tendremos que enfrentarnos a varios tipos de pérdidas. La mayoría de nosotros los manejamos razonablemente bien; no sentimos la necesidad de ocultar los signos del envejecimiento en el cuerpo, la mente o la salud. Sin embargo, para algunas personas, tales pérdidas pueden precipitar grandes crisis. En ese contexto, el envejecimiento en sí se puede vivir como un insulto. Entonces el envejecimiento y lo que implica activan partes bajas y dolorosas del ser. Pueden resultar en amargura, sensación de injusticia, tal vez incluso una exasperación persistente hacia las personas jóvenes, sanas y exitosas que viven una vida de la que la persona mayor ya no es parte o a la que nunca tuvo acceso. 

Una de las primeras confrontaciones existenciales de este tipo es la crisis de la mediana edad. Cognitivamente, la persona siempre lo supo, pero solo entonces se da cuenta con cierto sobresalto que el envejecimiento y el deterioro también la incluyen. Tal vez se dé cuenta de que ya no es lo suficientemente joven, atractiva o en forma, que no vivirá para siempre y que probablemente no morirá con buena salud, sino de enfermedad y debilitamiento. La crisis de la mediana edad es el primer encuentro emocional con el deterioro incipiente, el envejecimiento inminente y la muerte futura.

La siguiente crisis puede sobrevenir al acercarse o alcanzar la jubilación, cuando ya no se tiene un trabajo o un puesto en la sociedad. Esto a menudo coincide con problemas de salud y/o una merma de las funciones cognitivas. Tal vez seamos más lentos en nuestras acciones. Incluso tal vez nos volvamos dependientes de la ayuda y el apoyo en formas antes desconocidas, que despreciábamos, pero que ahora nos son necesarias y nos sentimos humillados.

A veces, la crisis no la precipita la jubilación o el debilitamiento, sino el que nuestro compañero de vida enferma y se vuelve dependiente, o incluso muere. Esto puede chocar con la relación original no escrita, el «contrato» sobre quién en la relación iba a ser el fuerte y quién el necesitado: «¡Se supone que debes cuidarme, y no al revés!». Cuando la pareja o compañero/a necesita ayuda y apoyo continuos, en un nivel sutil uno se puede sentirlo como una especie de traición.

En los párrafos anteriores, hemos arrojado algo de luz sobre el crecimiento y la reconciliación. Ahora veremos los aspectos de la meditación Acem importantes en relación con la reconciliación.

Meditar con actitud mental libre
La relación entre la actitud mental libre y la actividad espontánea implica la aceptación fundamental de todo lo que pasa por la mente, sea cómodo o incómodo, moralmente aceptable o reprobable, etc. La actitud mental libre implica entrenarse en aceptar sin prejuicios. Es la esencia de la reconciliación. La actitud mental libre nos permite entrar en contacto con nuestros problemas internos y les permite manifestarse de una manera que fomente la reflexión mental y el procesamiento, a través de la aceptación, de lo que abarca el ser humano en su totalidad, ya sea brillante, neutral u oscuro.

La actitud mental libre es mucho más tolerante y más orientada hacia el compromiso que lo "políticamente correcto" o lo basado en un estrecho consenso político, religioso o cultural, tendente a castigar, excluir o condenar cualquier desviación. La actitud mental libre abre nuestra vida a una variedad de expresiones, impulsos y elecciones; representa una actitud general que permite la diversidad y amplios compromisos, así como una variedad de expresiones existenciales.

Metapensamientos y ceguera
En la Meditación Acem, lidiar con los metapensamientos, es decir los pensamientos acerca de nuestros pensamientos, nos ayuda a ser más conscientes de las perspectivas estrechas no reconocidas y las fijaciones de nuestro sistema de valores y nuestra estructura psicológica. Durante la meditación, el objetivo no es alcanzar un estado mental específico, sino más bien ir con el flujo interno. La unidimensionalidad y las preocupación por alcanzar ciertos estados mentales limitan este resultado. Estas orientaciones limitadas suelen provenir de temas y expectativas irracionales y no procesados, basadas en la asunción de que determinadas experiencias nos liberarán de la incomodidad y el sufrimiento existencial.

Mediante la actitud o atención mental libre de la Meditación Acem, podemos soltar fácilmente nuestras fijaciones y, en su lugar, permitir enfoques alternativos caracterizados por la aceptación y compromisos amplios, primero en la meditación y luego en la vida. Esta característica de la Meditación Acem subraya que la técnica es un tipo de entrenamiento existencial que cultiva las actitudes de generosidad, aceptación y crecimiento, sin volverse ñoño e indeciso, aun sin dejar de distinguir lo bueno de lo malo. Manifestar estas perspectivas por ser un meditador regular contribuye a un sentido más profundo de valor y significado, incluso en contextos nuevos y en las diferentes fases de la vida.

Autoconocimiento
El principio central de funcionamiento y el desafío en la Meditación Acem consisten en establecer de forma reiterada una actitud o atención mental libre ante todo lo que aparece en la mente. Esta actitud es democrática y permite un flujo libre y dinámico de pensamientos, sentimientos, imágenes y sensaciones físicas. Con el tiempo, la actitud mental libre fomenta una sensibilidad introspectiva que aporta libertad para procesar lo que está y se mueve a niveles cada vez más profundos. Además, puede contribuir a recuperarse de la alienación interna conformada por la irracionalidad de los temas psicológicos no resueltos y sus vínculos con la ansiedad, la depresión, los esfuerzos compensatorios, los sueños futiles y los ideales poco realistas. La meditación regular dirige la mente hacia un mayor autoconocimiento y realismo existencial, y una madurez en la relación con uno mismo y el mundo.

Expandir la actitud mental libre a nuevas áreas y niveles de la psique trae progreso y ajustes momento a momento hacia un crecimiento progresivo, también en la vida externa. El éxito en establecer la actitud mental libre no se logra mediante sumisión u obediencia a una definición, autoridad o idea, ni obedeciendo órdenes o aceptando ciegamente conclusiones o instrucciones externas. Tampoco se logra mediante una oposición o protesta enojada, sino más bien mediante un anclaje interno sólido y un compromiso maduro.

La actitud mental libre se construye desde dentro; una capacidad interna renovada para estar enraizado incluso en los momentos en que seguimos a la "multitud". La persona no siempre sabrá de inmediato lo que quiere y lo correcto, pero si está razonablemente bien anclada en su interior, tiene más posibilidades de tomarse el tiempo y la reflexión necesarios para alcanzar mejores opciones de vida.

Honestidad existencial
En un sentido más profundo, recuperar reiteradamente la actitud mental libre durante la meditación es un entrenamiento de la capacidad de permanecer anclado ante circunstancias cambiantes y, por tanto, en darse cuenta de lo que se mueve dentro sin ocultar ni torcer nada para ajustarse a valores idealizados. Con el tiempo, la meditación expande internamente lo que llamamos «honestidad existencial»: una comprensión genuina, no manipulada y no compensada del ser.

La meditación regular aumenta nuestra sensibilidad introspectiva a varios niveles y la independencia del yo, haciéndonos no más vulnerables o insensibles, sino más bien menos eclipsados por las influencias externas o los esfuerzos internos irracionales. De forma progresiva, la meditación regular hace a la persona más fuerte y más autónoma, menos dirigida por los demás, más presente libremente y menos guiada por las presiones de masas, la manipulación de las multitudes, y menos etiquetada con los demás.

Resumen
En general, la Meditación Acem nos aporta una mayor fortaleza interpersonal, una auto comprensión y una capacidad de representar la individualidad más profundas, y aún así encontrando unos compromisos adecuados cuando tratamos con los demás en la sociedad contemporánea. Además, la sensibilidad y el procesamiento introspectivos contribuyen a mejorar las relaciones en el hogar y en el trabajo, pero también la auto comprensión, la reconciliación, un mayor rendimiento y productividad.

En sus más de 50 años de existencia, la organización Acem ha encolerizado a ciertos individuos y grupos. Teniendo en cuenta la naturaleza de los procesos internos que la actividad de Acem inicia, sería sorprendente que tales respuestas no ocurrieran a veces. Sin embargo, lo más importante es que Acem ha sido de gran ayuda y apoyo para muchos. A través de la meditación regular y el contacto con Acem durante períodos más o menos largos de su vida, muchas personas han progresado a nivel profesional, interpersonal e interno. Además, las manifestaciones de la meditación han tenido un efecto onda más allá del individuo, es decir en la sociedad.

El impacto ha sido suave aunque evidente, ha estimulado la reflexión, las ideas tardías y el diálogo. Además, Acem ha participado en intercambios culturales, a través de conferencias, seminarios y retiros, pero también a través de la difusión de publicaciones periódicas, libros y archivos de audio. Se ha enfocado persistentemente en los temas que ayudan a la persona a meditar mejor, y en temas relacionados con los procesos meditativos, como por ejemplo temas existenciales relevantes para la sociedad contemporánea.

Traducido por Jacqueline Robert
Literatura recomendada: Are Holen: Psychology of Silence: Perspectives on Acem Meditation. Oslo: Dyade Press, 2016. Are Holen & Halvor Eifring: Acem Meditation: An Introductory Companion. 2da edicion. Oslo: Dyade Press, 2013.

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