Vagando por nuestra zona mental libre

No es un sentimiento

Asociamos la actitud mental libre con la acción, con el modo de hacer las cosas, de sentir, pensar, hablar, etc. Cuando por primera vez nos sentamos en el asiento del conductor de un automóvil, somos incapaces de conducir sin esfuerzo si a la vez participamos en una conversación divertida o interesante. No disponemos todavía de las capacidades mentales necesarias para hacerlo. El reto es demasiado complejo y peligroso, y el hecho de no poder hacer frente a la situación nos pone en guardia y nos cierra la mente. Para poder estar alerta y presente en el tráfico de un modo relajado, y mantener el suficiente control de los aspectos técnicos de la conducción, necesitamos práctica. Solo entonces podemos conducir con una actitud mental libre. Aún así, pueden surgir situaciones de tráfico nuevas, más allá de nuestro control, y entonces nuevamente nos encontrarnos fuera de la zona mental donde tenemos una actitud mental libre. Nos volvemos irracionales y fácilmente hacemos cosas estúpidas.

Por Carl Henrik Grøndahl

La mayoría de nosotros hace todo lo posible por vivir dentro del área de nuestra zona mental libre, en donde podemos actuar sin conflictos ni lucha y sin forzar nuestra auto imagen. Allí nos comportamos de modo constructivo e interactuamos con creatividad. Un entrenador de fútbol lo llamó la zona de flujo. Sin embargo, cuando nos encontramos en situaciones que nos dejan sentimientos negativos, estamos fuera de nuestra zona mental libre: “¡Qué tonterías hice! ¡No debería haber dicho eso!¿Por qué no pude hacerlo solo? En esas situaciones, no tenemos acceso a la actitud mental libre en nuestros pensamientos, nuestro discurso o nuestras acciones. Volvemos a la actitud mental libre solo después de haber terminado la situación.

El estrés reduce la zona mental libre

Cuando estamos cansados o estresados, las cosas que solemos hacer sin esfuerzo se vuelven difíciles y tensas. La meditación diaria es una es una buena herramienta para aspirar el polvo presente en la zona mental libre y eliminar los residuos que puede nublar nuestros pensamientos. 

El miedo a perder la actitud mental libre puede limitar nuestra auto expresión. Podemos evitar las situaciones en las que sentimos que no lo hacemos suficientemente bien. Nos quedamos en casa y nos mantenemos lejos de las cosas que nos desafían. Tal vez nuestra zona de libertad vaya gradualmente encogiéndose y mengue nuestra capacidad de adaptación relajada. Tal vez hay una razón por la que tantos actores se mantienen vitales a edades avanzadas. Han vivido en la frontera de su actitud mental libre, al haber tenido que memorizar con frecuencia textos largos, y al tener retortijones y ansiedad acerca de salir al escenario todas las noches.

Una vida gobernada por el miedo a salir de la zona de confort puede convertirse en una rutina; vacía, quizá una vida no vivida. La mayoría de las relaciones sociales duraderas e intimas ofrecen amplias oportunidades para experimentar cosas difíciles de afrontar. La vida a menudo nos presenta actualizaciones, lo cual implica situaciones en las que estamos bajo la influencia de un sedimento irracional dejado por relaciones e interacciones previas. Perdemos la capacidad de actuar libremente. Y después nos sentimos mal. 

Hacia la frontera

A nadie le gusta vivir así, pero para expandir nuestra área de actitud mental libre, debemos a veces ir hasta su frontera para expandir nuestros limites. Esto es a lo que la Meditación Acem nos lleva, especialmente en las meditaciones largas. Durante la meditación, exploramos activamente lo que la vida nos trae, con la libertad de nuestra actitud mental libre, en nuestro modo de practicar la Meditación Acem.

La repetición del sonido de meditación nos ayuda a avanzar hacia la frontera de nuestra zona de libertad. Cuando alcanzamos ese limite, es porque estamos bajo la influencia de la actualización, la aparición gradual de una resistencia inconsciente al cambio. En la meditación, esto se puede expresar de varias formas. Tal vez sintamos que hay algo pegado al sonido y nos causa problemas; o sentimos como un conflicto en la repetición del sonido, o metapensamientos que como un martillo nos dicen lo ridículos e inadecuados que somos. O tal vez es una resistencia silenciosa que torna nuestros hábitos de meditación irregulares o nos hace querer omitir la meditación por completo. No es cómodo estar en la frontera, hay muchas razones para evitarla. La vida  en la frontera rompe con nuestra experiencia habitual de buenas meditaciones y buena vida. “No fue tan bueno como pensaba”, expresó un participante en un retiro de una semana. 

Pero si queremos ir más allá de nuestros límites, necesitamos a veces acercarnos a la frontera. “Al final fue mejor de lo esperado”. Y en las meditaciones largas, el ir más allá de nuestros límites se hace de forma metódica, haciendo que el cambio verdadero esté mas disponible que en nuestra vida cotidiana confusa, en la que los demás nos arrastran en diferentes direcciones y participan en nuestra auto imagen. Cuando con la repetición del sonido llegamos a la frontera, esto inicialmente dispara nuestra rutina ya creada de alarmas y reacciones y respondemos de forma automática, sin actitud mental libre. Luchamos, nos preocupamos, nos sentimos dispersos, nos acusamos a nosotros mismos y a los que nos rodean, nos enojamos, nos sentimos inadecuados, como si apestáramos. El tráfico es tan denso y peligrosamente opaco que cualquier intento cualquier intento de conducir una actitud mental libre parece imposible.

Momento de cambio

¡Este es el momento! Entonces tenemos la opción de hacer un cambio. En lugar de ser agredido con empujones y golpes por todos nuestros conflictos internos, intentamos estar ahí con una actitud mental libre. Regresar a una repetición del sonido sin esfuerzo, incluso cuando nuestro interior es sucio. No es fácil, la vida no es así. Tenemos que tomar decisiones difíciles, con nuestro propio libre albedrio. Pero se puede. Una y otra vez. Se trata de encontrar nuestros propios recursos. Los dejamos emerger y los liberamos en áreas nuevas de nuestra naturaleza interior.

Significa que debemos afinar nuestra comprensión de lo que implica la actitud mental libre. ¿Es solo un fenómeno relajado, en un buen clima y con viento de cola? ¿Sin rencores ni altas temperaturas?. Apenas. También podríamos tener una actitud libre incluso cuando estamos enfadados. Hay una gran diferencia entre el que actúa con actitud mental libre cuando está enfadado y el que no lo hace. El que actúa libremente tiene contacto con su enfado y al mismo tiempo es capaz de acoger las respuestas que su enfado provoca en los demás. Su enfado ya no desencadena las corrientes subterráneas de ira originadas en anteriores relaciones o situaciones. Todos conocemos a personas que no tienen una actitud mental libre cuando están enojadas.

La persona madura y generosa de nuestro interior es la que buscamos cuando estamos sentados en medio de las actualizaciones, en la frontera de nuestra zona libre. Esa parte estable de nosotros nos permite navegar en medio de todas las distorsiones mentales que nos lanzan. En nuestra zona mental libre, hacemos uso de nuestra madurez, generosidad, cuidado y firmeza, y no menos importante, aceptamos nuestras propias imperfecciones.

Algo en nuestro interior quiere evitar lo que experimentamos como perturbaciones de nuestra práctica meditativa, quiere estrangularlo y librarse de ello. Al repetir el sonido con esa actitud tan mental, no es fácil, es una pelea. Una pelea que hemos experimentado muchas veces antes. No cambia nada. Al contrario, reduce nuestra área de zona mental libre, estrecha sus fronteras.

La actitud mental libre cambia algo cuando aceptamos que hasta lo desagradable, indignante e indeseable es parte de nosotros.

Traducido por Patricia de la Vega

https://www.themeditationblog.com/wandering-in-our-free-mental-zone/#comments

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