Sonido es aire que se mueve

 – reflexiones personales en torno a la repetición, la palabra clave

Puede parecer obvio poner el énfasis en la repetición respecto al sonido de meditación. Pero creo que a menudo concedemos mucha importancia al sonido y damos por sentada la repetición, pasando de puntillas por encima de un concepto que no es en absoluto secundario.

Por Jacobo Peña Gómez, Realizador y guionista de TV

La repetición en la vida

La importancia de la repetición en nuestras vidas tiene un alcance descomunal: aprendemos por repetición, políticos y comunicadores conocen perfectamente la importancia de repetir un concepto una y otra vez para que el mensaje penetre en su interlocutor. De hecho, las fake news basan su eficacia en repetir una mentira el número de veces que sea necesario hasta que se convierte en una verdad aparente.

La repetición en las artes (sobre todo aquellas que se basan en un discurso temporal como el cine o la música) ha dado lugar a escuelas y tendencias, llegando incluso a dar nombre a algunas de ellas como la llamada música repetitiva. Un instrumentista perfecciona su técnica por repetición y sin ella la poesía no tendría el mismo efecto emocional ni la hipnosis conseguiría su objetivo.

Los psicoanalistas conceden una importancia enorme a los patrones de conducta repetitivos porque les dan mucha información acerca de la personalidad de sus pacientes, y algunos enfermos catatónicos alivian la ansiedad a través de movimientos rituales de repetición. Sin olvidar que nos reproducimos gracias a un movimiento extremadamente repetitivo. Podemos decir que, en cierto sentido, la repetición nos da la vida.

 

El sonido de meditación y la intimidad

No creo equivocarme al afirmar que muchos de nosotros, cuando nos acercamos por primera vez a la Meditación ACEM, quedamos fascinados por el halo de misterio que envuelve al sonido de meditación. No lo pronunciamos en voz alta, no lo compartimos con nadie, no lo utilizamos fuera del contexto de la meditación y hay algunos aspectos de los que no se habla.

Más adelante descubrimos que, más que de un secreto, se trata de algo relacionado con la intimidad. De la misma forma que no mostramos abiertamente la vergüenza o el deseo, el sonido de meditación también queda restringido al área privada. La meditación es algo que sólo ocurre en la mente y por lo tanto pertenece por definición a la esfera íntima de cada uno, podemos hablar de ella pero no se la podemos mostrar a nuestro instructor para que nos oriente o nos diga si lo estamos haciendo bien. En palabras de Are Holen “lo importante no es lo que el sonido hace contigo sino lo que tú haces con el sonido” y eso no lo sabe nadie más que tú.

 

Sonido y silencio

En la naturaleza el sonido se transmite gracias al movimiento ondulatorio de las partículas de aire. De hecho, en el vacío no existe el sonido. Los choques y las explosiones que podemos oír en películas como Star Trek o la guerra de las galaxias son una licencia, más comercial que poética, del director. Si no hay atmósfera no hay sonido. Stanley Kubrick tuvo el valor de dejar sin sonido las escenas espaciales de su famosa odisea situada en un ya lejano 2001, pero no pudo evitar acompañarlas con el no menos famoso vals de Strauss para ilustrar el suave desplazamiento de la nave a través del espacio exterior. La sociedad occidental contemporánea le tiene auténtico pánico al silencio, basta observar lo que ocurre por ejemplo cuando se hace “un minuto de silencio” durante un evento deportivo en homenaje a alguien recientemente fallecido. Ni es un minuto (se interrumpe bastante antes con una salva de aplausos), ni es silencio (habitualmente se acompaña con alguna música de alto voltaje emocional). Podemos decir que, hoy en día, practicar la meditación constituye un acto de rebeldía silenciosa frente al incesante crecimiento del ruido ambiental.

El sonido es un fenómeno puramente físico que nuestro cerebro decodifica, interpreta y convierte en un lenguaje. Es decir, lo que nosotros percibimos como el chirriar de una puerta, el llanto de un bebé o el poderoso trueno de una tormenta, fuera de nuestro cerebro no es más que aire en movimiento. Es lícito pues hacerse la siguiente pregunta: ¿Existe el sonido, tal y como lo conocemos, en ausencia de un receptor? Es decir ¿tiene la música contenido emocional si no hay nadie que la escuche? Probablemente no sea más que una pregunta retórica, más cercana al campo de la filosofía que a la praxis meditativa, y eso queda lejos del alcance y la intención de este artículo. Pero sí que ayuda a comprender que el sonido, como fenómeno, tiene una propiedad puramente física que no tiene el sonido de meditación, puesto que es únicamente un pensamiento y no necesita del aire para manifestarse. Sí que genera energía en forma de impulsos eléctricos (mesurable en microvoltios) como cualquier actividad cerebral, pero no un movimiento físico.

Sin embargo, al repetir el sonido de meditación se puede producir una asociación corporal, una cierta sensación de movimiento que acompaña a la “pronunciación” del sonido. Algunas veces puede que no sea más que un tenue latido, casi imperceptible, en el lóbulo parietal u occipital. Conseguir una repetición puramente mental, despojar al sonido de ese aspecto físico que forma parte de su naturaleza e intentar mantenerlo como un pensamiento puro, consiste más bien en un trabajo con la atención. No sería buena idea aplicar algún tipo de esfuerzo o concentración para conseguirlo, traicionando así la imprescindible actitud mental libre con la que se debe afrontar la repetición del sonido.

 

Un tren de sonidos

Consideremos el sonido de meditación como una unidad. Al inicio de la meditación el sonido suele estar claro en la mente y nuestra atención incluso puede distinguir subunidades que son las sílabas. Después de un tiempo probablemente percibamos unidades completas de sonido. Y más tarde, pero sobre todo en las meditaciones largas durante los retiros, quizás el sonido ya no sea tan nítido como al principio y nuestra atención reposa en un continuo, un “tren” de sonidos formado por un número indefinido de “vagones”, de unidades de sonido. Esta forma de percibir la repetición, no sólo facilita esa “mentalización” del sonido de la que hablábamos antes, sino que contribuye a ir cada vez más y más profundo en la espiral meditativa y ayuda a que los pensamientos fluyan con soltura, sin estancarse en la mente. La sensación es que, más que un sonido empuja al siguiente, es este último el que estira del anterior en una cadena sin fin aparente.

En alguna ocasión, pasadas las primeras horas de meditación en un retiro, incluso he llegado a percibir la repetición en una especie de loop, un efecto bucle que provocaba que detectara el inicio del sonido en una sílaba diferente. Si el sonido está compuesto por ejemplo de tres sílabas 1-2-3, lo percibía como 2-3-1 o como 3-1-2. El sonido no había cambiado ni se había alterado el orden de las sílabas, simplemente se había desplazado el punto de inicio de lectura.

En cierta forma, ese desplazamiento de la sílaba inicial venía a confirmar que los vagones estaban bien enganchados y el tren hacía con fluidez su recorrido sin estación de destino, el destino es el camino. Pero nunca interpreté que, si el efecto bucle no se llegaba a producir, el tren estuviera mal engrasado o a punto de descarrilar. Después de todo puede que no se tratara más que de una ilusión, porque de pronto se produce una absorción espontánea y, sin que ni siquiera nos demos cuenta, todo el tren desaparece como si fuera uno de los espectaculares trucos de magia de David Copperfield.

 

La meditación: una experiencia subjetiva

Todo lo que he expresado aquí es producto de una experiencia profundamente subjetiva, como lo es la meditación por naturaleza, aunque es probable le resulte familiar a algunos de vosotros.

Esta oda a la repetición no significa obviamente que el sonido sea algo secundario, el sonido de meditación es la herramienta básica. Pero tenemos que usar esa herramienta, y la forma de hacerlo es a través de la repetición. En términos informáticos podríamos decir que la repetición es el software que contiene las instrucciones para el sonido y lo pone en funcionamiento. El ritmo, la cadencia, la intención y la actitud con que lo repitamos es lo que convierte al sonido en una poderosísima arma de transformación masiva. Recuerda, cuando oigas hablar de la repetición del sonido de meditación, la palabra clave es: repetición, repetición, repetición, repetición …

 

Texto: Jacob Peña Gómez

Realizador y guionista de TV

Un meditador curioso.

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