El presente eterno - tiempo inconquistable

Autor: Ole Gjems-Onstad, Catedrático de Derecho Fiscal y Profesor de Meditación Acem.

 

El tiempo pasa, y cada uno de nosotros también pasará. Al aproximarnos al momento presente, la Meditación Acem nos abre a una dimensión que va más allá de la existencia individual y temporal.

El tiempo es uno de los misterios fundamentales del universo. ¿Qué es el tiempo? ¿Qué son el pasado, el presente, el futuro? Una y otra vez el hombre  se ha visto a sí mismo como el dueño y señor del universo. Pero nadie ha sido capaz de vencer el tiempo. La tecnología moderna y la mejora de las condiciones de vida han prolongado la duración de la vida. Pero es sólo un aplazamiento - el tiempo pasa inexorablemente.

El tiempo es invisible pero siempre se ha medido. El tiempo es inmaterial. El tiempo está en todas partes y siempre ha estado ahí. El tiempo lo moldea todo y está presente en todo. La vida humana ha estado siempre sometida al tiempo, como todo lo demás en el universo material.

En todas las culturas, el hombre se ha preguntado qué es el tiempo. Nadie ha encontrado una respuesta concluyente. Si nos limitamos al tiempo cronológico, la partición del tiempo es simple. Es fácil echarle una mirada al reloj. Comprender el concepto filosófico del “tiempo” es más difícil.

Con el fin de entender lo que son el espacio y el tiempo, los físicos hablan de una cuarta dimensión llamada espacio-tiempo que se suma al espacio tridimensional ordinario. Pero aún así, no lo entienden bien. Y sus conclusiones preliminares se exponen en complejas fórmulas matemáticas completamente inaccesibles a la mayoría de los mortales.

Tiempo meditativo y psicológico

En la meditación experimentamos que el tiempo meditativo es a menudo diferente del tiempo cronológico. Durante las meditaciones largas, el tiempo puede pasar mucho más rápido que el tiempo convencional. No es que el tiempo se nos eche encima, es más bien la experiencia de una calma serena. Sólo después nos damos cuenta de que nuestro sentido del tiempo ha sido diferente del habitual. Durante la meditación, simplemente hemos estado en mayor grado en el tiempo.

En otras fases de la meditación, el tiempo se puede alargar indefinidamente. Es una especie de tiempo psicológicamente largo y tedioso, que reconocemos de otras situaciones de la vida. Nos sentimos aburridos e inquietos. El tiempo se convierte en una prisión, estamos atrapados en él.

 

El pasado y el futuro como abstracciones

San Agustín, en el libro XI de sus Confesiones, se preguntaba qué es lo que hace que el pasado y el futuro sean reales. ¿Cómo pueden existir el pasado y el futuro, si el pasado ya se fue y el futuro todavía está por llegar? Para el hombre, tanto el pasado como el futuro son abstracciones creadas por la mente humana. Para los seres humanos, sólo existen en virtud del presente.

San Agustín también filosofaba acerca de la longitud del presente. En cierto sentido, el presente es infinitamente corto. Cada vez que se define el presente como si tuviese una cierta extensión en el tiempo, podemos  imaginar (al menos en nuestra mente) que es aún más corto. Desde otra perspectiva, el presente no tiene en absoluto ninguna duración. Simplemente es. Tan pronto se le da una duración, se puede dividir en pasado y futuro.

La división del tiempo en unidades infinitamente pequeñas es una abstracción. En la experiencia del hombre, el presente es todo lo que existe. Tal y como Agustín indica, la experiencia personal del presente no tiene duración. El presente no es infinitamente corto; puede ser absoluto y completo en sí mismo; tranquilo, pero dinámico. El presente está ahí todo el tiempo.

 

Más cerca del momento presente

La mente del hombre es inquieta. Está tan llena de cosas y se proyecta en tantas direcciones que no disfrutamos a menudo de la paz de estar aquí y ahora. El futuro y el pasado se crean en el presente, pero nos dificultan estar aquí y ahora. Remordimientos acerca del pasado o temores sobre el futuro restringen nuestra conciencia. El presente está ahí, pero a menudo no nos relacionamos con él.

La meditación es una forma sistemática de soltar todo lo que está en la mente. Durante las meditaciones largas, nuestro flujo de pensamientos se vuelve más tranquilo. El contenido de fenómenos pasado y futuro, ya no excluye el presente de la misma manera. En la meditación sentimos el presente más cerca y más cargado.  Eso nos da una honda satisfacción. La cercanía con el presente durante la meditación también nos facilita estar más cerca del presente en nuestra vida cotidiana fuera de la meditación.

 

Recordado para la posteridad

Las personas que le encuentran sentido a la vida siendo recordadas por la posteridad hacen del camino de la vida un triste callejón sin salida. ¿Durante cuánto tiempo necesita uno ser recordado? La historia de un país se remonta a varios miles de años. Comparada con el tiempo cosmológico, el tiempo geológico, el biológico e incluso la historia de la humanidad, la historia de un país no es más que un breve momento. Es un punto microscópico en una línea de tiempo infinitamente larga. E incluso dentro de esa porción microscópica de tiempo universal que constituye la historia de un país determinado, mucha gente no es recordada en absoluto.

La historia de la civilización se remonta aproximadamente unos 10,000 años, la de la raza humana a varios cientos de miles de años, y la del cosmos a 12-15 mil millones de años. Por tanto se puede concebir en el fututo horizontes temporales infinitos. ¿Dónde debería parar la ambición de persona que quiere ser recordada? ¿Y si el tiempo comenzase de nuevo tras terminar nuestro universo de expandirse, derrumbándose y comenzando de nuevo a expandirse? ¿Y si hay otros universos?

Sólo los cortos de vista, que limitan su perspectiva de tiempo y espacio a lo local y provincial, pueden realmente vivir con la esperanza de ser recordados. Vivir para ser recordado para siempre por la historia es un objetivo sin sentido - al menos si trata de compensar el temor de que todo sobre mi dejará de existir. ¿De qué sirve vencer a la muerte durante cien años cuando ganará en los próximos miles de millones de años?

 

Monumentos a la negación

La gente ha construido grandes monumentos con el fin de vencer a la muerte y alcanzar la vida eterna. Las pirámides son vivos testimonios del intento del hombre de negar la dimensión más absoluta de la vida.

En algún momento nuestra historia individual llegará a su fin; sólo es cuestión de tiempo. Un día incluso las pirámides se convertirán en polvo cósmico. Pero el momento presente continuará. Si sacrificamos nuestras vidas en el altar de nuestra propia individualidad, condenamos al olvido eterno lo que hemos convertido en “más importante de nuestra vida”. Las inversiones en fama, propiedades o monumentos tipo pirámide hacen de la vida una partida perdida. La alternativa es intentar acercarnos a esa parte de la vida que no está principalmente ligada a la propia persona o su individualidad.

 

Siempre un presente

En cierto sentido, todo ser humano está en contacto con una dimensión eterna. El momento presente es eterno. Siempre existirá, incluso sin el hombre. Mientras algo exista, habrá - debe haber- un presente.

Si trabajamos en crear más espacio para el presente, abrimos una dimensión eterna en la mente humana. Acercarse algo más al presente no nos da la vida eterna. Pero nos pone en el camino de una dimensión de la vida humana que va más allá de nuestro propio tiempo, un aspecto de la existencia que siempre estará ahí. Todos moriremos pero el presente siempre seguirá siendo. Al darle espacio al presente, nos centramos en un aspecto de la vida que toca algo intemporal.

 

No es útil - sólo significativo

En el encuentro con el presente se revela un aspecto universal del hombre. El momento presente trasciende al individuo. Representa algo más que uno mismo. Estar en contacto con esta dimensión universal puede ser muy satisfactorio. No es que deba emplearse de una forma determinada, tampoco se puede comprar ni vender. Pero le da significado y una satisfacción que colma en el hombre sus anhelos más profundos. Pertenece a esa clase de experiencia en la que no tenemos que preguntarnos el por qué. La respuesta radica en estar ahí, en lo que no es individual sino plenamente compartido y humano.

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