Vientos sutiles

El sonido de meditación puede repetirse de modos distintos. Puede hacerse de manera clara y distintiva o ligera y más fluida. El cuerpo y la respiración pueden estar más o menos involucrados. En un grupo de Meditación Acem, una joven tenía dudas sobre cómo repetir el sonido. Su incertidumbre podía reflejar la relación con ella misma y su vida.

En un seminario de orientación, una mujer preguntó sobre la repetición del sonido de meditación. Cuando ella aprendió a meditar encontró que la técnica era simple y fácil, pero ahora le surgían dudas. Pensaba ¿no sería mejor involucrar a los músculos y la lengua en la repetición del sonido, casi como si lo estuviera diciendo en voz alta?, ¿O bien era mejor sólo pensar el sonido en su mente sin tratar de hacerlo distintivo? La primera solución la hacía sentirse más segura de que estaba repitiendo el sonido correctamente, mientras que con la segunda se encontraba más relajada.

Yo no conocía a esta mujer, pero las pocas palabras que dijo durante el seminario me dieron una impresión de cómo era ella. Es fácil identificarse con su dilema. Ella no es la única en experimentar la incerteza de dos formas opuestas de repetir el sonido - una ligera pero efímera, y otra que es característica y clara pero que implica un cierto esfuerzo.

 

Más sutil, menos tangible

Durante las semanas previas al seminario de orientación, la mujer se había dado cuenta de algo que no había percibido antes. Al principio sentía que era muy natural involucrar a las cuerdas vocales en la repetición del sonido. Ahora, sin embargo, era capaz de repetir el sonido más suave en su mente, sin la participación de la lengua o la garganta.

Esta era una manera más sutil de meditar, pero a costa de una mayor incertidumbre. ¿Era realmente el sonido de meditación lo que ella repetía? Y ¿qué debía hacer cuando el sonido era tan difuso que simplemente podía ser arrastrado por sus pensamientos? Ella vacilaba entre las dos formas de repetir el sonido, sin que fuese capaz de decidir cuál de las dos era mejor.

Entre el foco y la periferia

El dilema de la mujer refleja diferentes formas de utilizar nuestra atención. Cuando el sonido de meditación es articulado de forma tan clara, nuestra atención tiene un foco enérgico/fuerte, y resulta obvio el contraste con los pensamientos que pasan en la periferia. En el trabajo y en otras situaciones exigentes en nuestra vida nos beneficiamos -sin duda- de un enfoque claro en nuestras tareas y objetivos. Cuando la mujer aprendió a meditar, le resultaba natural estar en su meditación con esta misma forma de hacer o de funcionar.

Cuando el sonido se repite de forma ligera en la mente sin la participación de las cuerdas vocales, el foco de nuestra atención se vuelve más fluido y, por ello, el contraste con los pensamientos que pasan en la periferia de la mente es casi imperceptible. Esto era lo que le estaba sucediendo a esta mujer en su meditación. Daba más libertad a los impulsos en la periferia de su conciencia y esto la llevaba más cerca del inconsciente. Pero de alguna forma esto le suponía un soltarse o desligarse de su habitual zona de confort.

El seminario de orientación le ayudó a expresar en palabras el contraste entre las dos formas que usaba su atención: una dura o severa y otra más ligera. Esto y las respuestas que recibió le aportaron claramente una experiencia positiva. Cuando al principio empezó a hablar, ella parecía insegura y torpe, pero mientras hablaba se iba instalando en ella poco a poco una cierta calma. Algo dentro de ella había comenzado a abrirse - como la sensación después de una buena e íntima conversación o un encuentro con la belleza silenciosa de la naturaleza.

Escuchar con la mente

El dilema de esta mujer también refleja diferentes formas de utilizar los sentidos, en este caso el sentido del oído. Las impresiones sensoriales pueden ser duras e insistentes, o tan ligeras que casi desaparecen de la conciencia. Ambos modos de escucha tienen un lugar legítimo en la vida cotidiana así como en la meditación, pero la forma clara y dura es la que más a menudo suele venirnos a la cabeza. Por otra parte, la  incertidumbre nos hace movilizar nuestras defensas.

 

 El sonido de la meditación no se escucha con los oídos, sólo con la mente. Pero cuando la mujer articula el sonido claramente, ella lo escucha de una forma física. Esto aumenta la sensación de claridad y de seguridad, pero ella se queda en la superficie, cerca de la sensación física del cuerpo. Cuanto menos involucrado está el cuerpo en la repetición del sonido, más libertad tiene la mente para profundizar.

Esto también da a la mente de la mujer la oportunidad de disfrutar de un espectro más amplio de sus impulsos, no sólo en lo que respecta al sonido, sino también a los sentimientos. Una vida llena de monotonía y rutina familiar puede fácilmente sofocar una chispa que arde con más intensidad cuando no hay tanto esfuerzo en mantener el control.

Un sentido más amplio del ser

El dilema de la mujer también refleja diferentes maneras de estar presente en su propia vida. Cuando repite el sonido de una manera casi física, su presencia es muy limitada, involucrando principalmente a su parte ejecutora en la que centra su atención. Sus impulsos espontáneos son percibidos, en el mejor de los casos, como actividades irrelevantes paralelas que acontecen en las inmediaciones de la mente.

La meditación muestra que un sentido limitado del yo no es sólo el resultado de factores externos, sino de una personalidad que a menudo tiende a aferrarse a lo conocido en lugar de aventurarse en lo desconocido.

Cuando la repetición del sonido se mueve hacia zonas más profundas y más sutiles de la mente, la atención de la mujer se expande para incluir partes más amplias de ella misma. Ella se vuelve más sensible. Con esto viene una riqueza y plenitud que está ausente cuando el yo limitado es el que domina. Pero ella también puede encontrarse con emociones dolorosas y confusas que antes mantenía a una cierta distancia. El miedo a lo que una mente abierta puede traer consigo puede ser una de sus razones para querer a veces aferrarse a la manera segura y familiar de repetir el sonido.

Sin lucha ni esfuerzo

Para ser realistas, ni la mujer ni el resto de nosotros somos capaces de repetir -en todo momento- el sonido de un modo ligero y sin esfuerzo. Esforzarse por ejecutar de acuerdo a una norma o ideal determinado produce con facilidad el resultado opuesto. Debemos aceptar que a veces el sonido de meditación está más cerca de la articulación física que de un movimiento efímero en la mente.

Fases de meditaciones ligeras se viven como momentos de gracia, brotes de nuevas posibilidades donde podemos elegir el discernimiento, o bien dejarlas pasar sin pena ni gloria. Debemos mantener el hábito de meditar todos los días, y a veces poner nuestras dudas en palabras, como la mujer en el seminario de orientación. Sólo entonces podremos llegar a un punto en el que reconozcamos una cierta dureza en nuestra forma habitual de meditar - y así empezamos a dejar que la mente se mueva en la dirección de vientos más frescos y sutiles.

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